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<>Les presentamos un maravilloso testimonio (lo que quiere que permanezca en el anonimato) a partir de la meditación del relevo en el que la persona ha hecho principalmente un acercamiento devocional.
Se refiere a un estado excepcional de disolución de la personalidad humana, limitado y efímero en el Ser Supremo, como se dice incluso en los Evangelios.
“El reino de Dios está en vosotros” o
la perfecta y doble inclusión
“Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí“.
No se trata -en ningún caso- de la “blasfemia” luciférica de asumir una vergonzosa identidad divina del hombre transitorio, sino de la experiencia de la Verdad profunda – cuando aparece la Chispa divina, la mente y la personalidad limitada desaparecen por completo y sólo queda la identidad con Él – el Único… Y sí, desde el fondo de nuestros corazones esperamos que la próxima vez esté más preparada, para no tener miedo de la disolución del pequeño yo en Infinity (comentario de Leo Radutz)
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“
Una noche para la que me preparé como sabía mejor y empecé…
Postura de meditación, centramiento, toma de conciencia paso a paso; Un proceso maravilloso que disfruto con cada milímetro de mi cuerpo, de mi mente.
Todo está listo para un gran banquete; Puedo compararlo con la Navidad: el árbol de Navidad, el pastel, los villancicos, el blanco puro de la nieve, la alegría del momento.
Y sí, con la Voluntad de Dios y sin poder decir que lo hice, ¡ocurrió un milagro!
Esta vez no fui yo quien sintió Paz, Amor, Silencio, Inmensidad, Armonía, Satisfacción, esta vez fueron solo estados que solo podía nombrar.
Sentimientos intensos, sin tiempo, sin espacio, sin sujeto (el yo).
SOLO SENTIMIENTOS, más que suficientes.
Y el estado de DIOS… inesperadamente.
Maravilloso, pero esta vez tomó muy poco tiempo, porque mi mente comenzó a gritar desesperadamente. Muchos pensamientos, en muy poco tiempo, se precipitaron sobre mí”.
¡Qué tontería! ¿Cómo puedes atreverte a semejante blasfemia? ¿Quién eres tú para afirmar tal cosa? ¡¡Te has vuelto loco!! ¡Vuelve!”
Y después de semejante “tropiezo”, qué decir, apareció el miedo. Respiré hondo, me concentraba en la tormenta creada en el centro de mi ser, sabiendo con certeza que de esa manera volvería a anclarme.
Y sí, con la ayuda de Dios lo logré y comencé a disfrutar esta vez de la visión de hermosos colores que me asombraron!
Gracias Señor y seguiré con fe y paciencia hasta la próxima, cuando -digo- seguramente estaré más preparado…”