Hablar de la “ley divina” y la voluntad de Dios puede ser un gran acto de valentía para algunos. Y, por qué no, debemos admitir que lo es. Y, sin embargo, la vida a menudo nos describe directamente para una mente clara y un corazón puro la coherencia de las leyes divinas universalizadas. En esta sección intentaremos hacer un enfoque audaz al descubrir el profundo misterio de algunas leyes divinas cuya comprensión podría hacer que un hombre ordinario esté sujeto a los caprichos del destino, un superhombre.
Las leyes no escritas del universo vienen de la nada fuera de nosotros, aunque podríamos creerlo fácilmente. Vienen de la verdad de que todos somos IGUALES EN POTENCIAL, TODOS TENEMOS LAS MISMAS POSIBILIDADES INFINITAS. Somos libres y podemos hacer lo que queramos, siempre y cuando sintonicemos con la voluntad divina.
Estas leyes divinas actúan tanto si estamos de acuerdo con ellas como si no, si somos conscientes de ellas o no, si usamos palabras para discutirlas, o si percibimos o no intuitivamente su realidad.
El amor – la primera ley divina
Todos los grandes sabios estuvieron de acuerdo en que el amor es la primera ley divina que el hombre debe obedecer para estar en armonía consigo mismo, con los demás y con todo el universo. Así que es importante recordar que el AMOR es siempre la primera ley divina.
El amor, como lo entienden los sabios, es la ACCIÓN de ser un semillero de felicidad y realización sublime, en el mismo espacio que otros seres, lo que significa que el amor es real, tan real como nosotros mismos. El amor, entonces, ya no es una idea abstracta o un concepto intelectual estéril, sino que se experimenta como algo divino, inefable, que finalmente manifestamos con todo nuestro ser dilatado hasta el infinito.
En todo el universo hay conciencia y seres capaces de tomar conscientemente sus propias decisiones. El amor cósmico universal nunca pierde el control: sus leyes son tan lógicas, exactas e implacables como las leyes de la física. Es un gran misterio y es por eso que no podemos decir, en este punto de nuestra evolución, que tenemos un conocimiento total de estas leyes. Y, sin embargo, en algún nivel de evolución espiritual, todos llegan a saber que en cualquier situación, todos tenemos exactamente lo que merecemos. Por lo tanto, cuanto más amor damos, más amor recibiremos, y a menudo la generosidad de lo Divino nos hace recibir miles de veces más de lo que damos.
Esta es la ley, como dijo Jesús: “Amad mucho y mucho seréis amados”.
Todo depende de ti
La percepción más directa de la realidad viene a través del amor
Acéptate tal y como eres
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