Carta dirigida por Santa a sus seres queridos

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Carta dirigida por Santa a sus seres queridos

“Vivir, querido hijo, y ser bueno, ser bueno para que puedas ser feliz.
Los malvados no pueden ser felices. Pueden tener satisfacciones, placeres, incluso suerte, pero la felicidad no.
No, porque, primero, los malvados pueden ser amados más duro, y el segundo,… segundo… ¡de! la suerte y las otras “peras de callos”, que son como él, vienen, aparentemente, de afuera, de los hombres, de circunstancias, sobre las cuales no tienes dominio ni poder, mientras que la felicidad, la verdadera felicidad en ti brota y en ti florece y ata frutos, cuando has preparado tu alma para ello.

Y la preparación… es un trabajo de cada momento, cuando pierdes la paciencia, dispersas todo lo que has encadenado y de nuevo tienes que empezar desde el principio.

Por eso no ves a todas las personas felices… Hay tantos como se merecen… incluso un poco más de lo que merecen, porque la gracia divina es grande …

Oh, si no nos amáramos a nosotros mismos (ego humano limitado)) así que sin medida, si no hiciéramos tantos casos de nuestra persona y si nos reprendiéramos tantas veces como mentimos o nos sorprendemos a nosotros mismos en una malicia o en un acto feo, si, finalmente, nos examináramos más a menudo y más con imparcialidad (¡fácil de decir!), terminaríamos raspando esa parte de nosotros mismos de estupidez fudulosa, de malicia y deshonestidad sucia, de la que el “yo” a menudo engorda, el inferior que se entrega a nuestra noble criatura.
Se sabe que el dolor es un consejero maravilloso (aunque sería bueno tener el oído entrenado para escuchar a los consejeros de SI que no sean el dolor).
El que es más abierto de mente también aprende de los dolores de los demás.
Tengo una gran confianza en tu voluntad.
Queda saber solo qué querer. Y veo que has empezado a saberlo.

¡Señor, qué bueno me parece que has comenzado a notarte a ti mismo, a hacer tus propias reprimendas y a buscar tu propio camino verdadero!

Así que, querido hijo, pelea tantas veces como te sientas egoísta, cuántas veces la serpiente de la maldad, la envidia o la mentira te muerde por el corazón.
Sé sabio y duro contigo mismo, directo con los amigos y alma amplia pero firme con los malvados. Hazte pequeño, hazte insignificante cada vez que la inteligencia te lleve a gritar: “¡Mírame!”
Pero especialmente me gustaría escribir en tu alma esto: no hacer ningún acto, cuyo recuerdo podría hacerte sonrojar. No hay triunfo en el mundo, ni apoyo más fuerte, ni satisfacción plena, como conciencia tranquila.
Guarde esta carta.
Cuando eres aún más grande, lo vas a entender mejor.
Que Dios lo dé para leerlo entonces con el alma serena de hoy.
Te abraza con cariño,
Papá Noel’

(adaptado de la carta de Alexandru Vlahuță a su hija Margareta)

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