En un bote había un sabio zen, un espadachín y algunos otros hombres.
– ¡Nadie me gana para luchar contra la espada! Gano en cada pelea, dijo de repente el espadachín. ¿De qué escuela vienes? Le pregunta al sabio.
– De la escuela de la victoria con tus propias manos.
-Un… Es imposible.
-No… No lo es…
– Entonces te desafío a la batalla. No vas a ganar. No puedes ganar con tus propias manos. Voy a demostrarlo.
– Está bien, pero ¿por qué deberíamos pelear los dos?
– Para mostrarte que soy más fuerte, más hábil y mejor.
-Acordado. Pero… No podemos luchar aquí en el barco. No quiero lastimar a alguien. Propongo que vayamos a una isla.
– Se hizo…
Cuando el bote se acercó a la orilla, el espadachín saltó, sacó su espada y se sentó provocativamente en una posición de lucha. El sabio se puso de pie, fingió seguirlo, pero luego dio la vuelta al bote, lo empujó hacia la costa y se alejó. Luego gritó:
– ¡Esta es la victoria del que tiene sus propias manos!
Recuerda: desapegarte de los desafíos y dejar que el agresivo luche solo consigo mismo es la victoria sabia y segura.